La política económica del gobierno militar fue decidida y ejecutada entre 1976 y 1981 por
José Alfredo Martínez de Hoz, quien como ministro de economía concentró un enorme poder, lo que le permitió tomar decisiones que transformaron profundamente el funcionamiento de
la economía y la sociedad argentinas.
Martínez
de Hoz presentó su programa económico el 2 de abril de 1976, basado en el sistema liberal, por el que se intentaría pasar de una economía de especulación a una de producción por medio del estímulo a la libre competencia y la limitación del papel del Estado en la economía.
A comienzos de 1977, Martínez de Hoz inició un “experimento monetario”, denominado "la tablita", que determinaba una devaluación mensual del peso.
Esta devaluación era decreciente y tendía a cero. Si bien la medida se tomó para controlar la inflación, el objetivo estuvo lejos de lograrse ya que provocó una fuerte especulación con una gran masa de dinero colocada a corto plazo gracias a las altas tasas de interés y la garantía del Estado sobre el precio de recompra de dólares (ahí se conocieron las palabras “plata dulce”, “bicicleta financiera” y “deme dos”).
La plata dulceLa dictadura implementó un plan basado en el liberalismo monetario, que era apoyado por bancos extranjeros y organismos internacionales. El funcionario encargado de cumplir el plan económico de los militares fue José Alfredo Martínez de Hoz. Puso fin al Estado intervencionista, a la protección del mercado interno y al subsidio a empresas. Se congelaron los sueldos. Dejó actuar al mercado libremente. Los resultados finales fueron desastrosos. Hubo un gran endeudamiento externo, las industrias quebraron y, al finalizar la dictadura, se desató la inflación.
DesindustrializaciónApoyados por el Fondo Monetario Internacional y la banca extranjera, los militares estatizaron todo con el objeto de controlar la inflación, reducir el déficit fiscal y equilibrar el sector externo. Se devaluó la moneda, se redujo el déficit del sector público (congelando los salarios) y se logró financiamiento externo a un costo muy alto. Además se suspendió el derecho a huelga.
La pequeña y mediana empresa fue sacrificada en el altar de la eficiencia, iniciándose un proceso de acelerada desindustralizacion, ante la imposibilidad de competir con productos provenientes del exterior. La aplicación de las recetas neoliberales no resolvió, sino que profundizó los problemas económicos.
El esquema de Martínez de Hoz estalló en 1980, de la mano de la quiebra de importantes entidades financieras —entre ellas uno de los mayores bancos privados— y el Estado terminó haciéndose cargo de los pasivos de los bancos quebrados.
A pesar de su carácter liberal, la política económica de Martínez de Hoz incluyó una expansión considerable del papel del Estado en la economía, principalmente por la decisión de mantener bajo la órbita estatal a las empresas públicas (cuyos directorios fueron ocupados por militares).